- Rivero, Mirtha, “La Rebelión de los náufragos”, Editorial Alfa, Caracas 2010
Siempre se dice que conocer la historia ayuda a entender el presente y sobre todo a comprender como hemos llegado a la situación actual. La historiografía nos hace conocer los hechos hilados por la narración del historiador y no en las secuencias de imágenes y noticias parciales en que se nos aparecen los acontecimientos en tiempo real. Con la historia los hechos nos llegan para ser vistos sin que estemos involucrados y con la objetividad que aporta su lejanía en el tiempo. Los podemos ver completados por la investigación que descubre aspectos que fueron invisibles en su momento y sustentados por evidencias documentales y testimoniales. La historia nos lleva entonces a poder reflexionar sobre lo acontecido y nos permite apreciar la influencia de los diversos eventos y evaluar las acciones de los personajes y entidades que intervinieron.
También dicen que la historia solo puede escribirse después que ha transcurrido cierto tiempo desde que ocurrieron los hechos para así reducir los sesgos que inevitablemente tendría el historiador. Sesgos que estarían presentes tanto en las prioridades de su investigación como en su interpretación de las evidencias. Como sucede en todas las ciencias sociales, los sesgos no pueden desaparecer del todo. Sin embargo, nadie puede decir cuánto es ese tiempo prudencial que reduciría el sesgo a nivel aceptable y sabemos que en cada historia hay un cierto núcleo de hechos que son incontrovertibles y que conforman la verdad histórica.
He vuelto a pensar sobre estas ideas al terminar de leer el libro de Mirtha Rivero, “La rebelión de los náufragos”, que trata de los sucesos que llevaron a la separación de Carlos Andrés Pérez del poder. En rigor, no se trata de un estudio de historia pero los historiadores van a agradecer que Rivero les haya abierto el camino con ese depurado trabajo de excelencia periodística y refinada narración.
Con un sentido extraordinario de estructura narrativa, Rivero entrelaza lo que leyó en las hemerotecas con entrevistas y documentos en un texto que seduce al lector para quedarse leyendo por horas seguidas reviviendo mentalmente aquellos acontecimientos. Con rigor de nivel académico, Rivero extrae de la, todavía cruda, masa de información disponible en los medios de comunicación venezolanos los elementos necesarios para desplegarnos la verdad histórica de lo que pasó.
Pero además de la calidad literaria de que hace gala, lo que aprecio es la ecuanimidad con la que Rivero, sin aparecer como acusadora, nos da la oportunidad de ver la traición y las vilezas que predominaron en quienes condujeron el proceso. Como buena periodista deja que el lector se forme su propio juicio y eso es lo que me ha permitido confirmar nuevamente con su libro que las miserias del ser humano surgen estrepitosamente cuando del poder político se trata. En el drama que nos presenta vemos amigos traicionando, adversarios preparando trampas, políticos aprovechando, militares conspirando, funcionarios abusando, jueces prevaricando, fariseos dándose golpes de pecho, periodistas “palangreando”, medios manipulando y un pueblo tristemente ignorante de lo que realmente estaba en juego. Es sobrecogedor constatar en la trama de ese proceso como individuos y grupúsculos poderosos pueden descarriar la vida de todo un pueblo sólo para hacer valer sus ambiciones e intereses sin que nadie le haga pagar penitencia.
El otro pensamiento que me resultó inevitable fue repasar lo que siempre se ha visto de la precariedad y volatilidad del poder político. Se constata nuevamente que de las alturas del poder se puede ser despeñado despiadadamente y que al poderoso sólo le queda la esperanza de que la historia lo juzgue con imparcialidad y lo avale si es que sólo cometió pecados veniales.
Pero también el libro de Mirtha Rivero contiene textos que me hicieron ver que tenemos gente preclara y brillante cuyo pensamiento nos da esperanzas de que volveremos a pasar por algunos buenos tiempos en Venezuela. Las entrevistas que hace a Paulina Gamus, Germán Carrera y Alberto Arteaga son ejemplos de esos textos.
Leopoldo Castillo, en la entrevista que le hiciera a Mirtha Rivero con ocasión de la publicación de la obra, en su programa de televisión pronosticaba que el libro generaría polémica. Sin embargo, a pesar de que parece que las ventas han sido copiosas y veloces, pocas han sido las opiniones publicadas. Aparte de una interesante nota de Alexis Márquez, no he encontrado más nada. Me pregunto si los lectores, que aparentemente son muchos, han quedado mudos ante tanta bajeza que el libro pone al descubierto y cuando contrastan lo que sucedió y por qué pasó con lo que nos ha venido aconteciendo, concluyen que es mejor olvidar.
Lo único que no entiendo es el enigmático título de la rebelión de los náufragos. Parece que esos vocablos aparecen en el discurso de despedida de Carlos Andrés Pérez pero no recuerdo ese documento. Yo habría titulado el libro “Historia de una vil conspiración”.