8/30/2018

Perspectivas de agosto


Perspectivas de agosto
Carlos M. Añez
Parma, agosto 2018
Recientes lecturas y conversaciones me hacen volver a escribir mis pensamientos sobre el drama venezolano. Se trata de expresiones que he recibido de desaliento y desesperanza en relación con un final de la destrucción chavista de nuestro país. Tales voces sentencian que todo está perdido porque el pueblo venezolano se rindió y no va a luchar por su libertad. Está muy ocupado, dicen, en su supervivencia como para salir a arriesgar el pellejo en acciones de masa. Intento analizar ese juicio buscando no solo claridad sino también esperanza.
Pronosticar es siempre incierto. La historia, en cuanto acontecer, es como la vida. Te da sorpresas. Sorpresas te da la vida según Rubén Blades. Sin embargo, no podríamos vivir si no pronosticamos al menos en el corto plazo. Si los agricultores no pronosticaran, no sembrarían y los empresarios no invertirían. Así que, a conciencia de la dificultad de adivinar el futuro, siempre estamos pronosticando y equivocándonos muchas veces. Me he equivocado siempre pronosticando el fin del chavismo y seguiré pronosticándolo porque lo necesito para mi equilibrio emocional igual que los líderes que además lo necesitan para vislumbrar el próximo paso.
Por otra parte, en el estudio de la sociedad generalizar es incorrecto. El ser humano es diverso por naturaleza. No hay una única especie humana que despliega un único patrón de comportamiento y, sobre todo, de creencias. Por eso hablar de “los venezolanos” así, en general, no es válido. Los científicos sociales usan las encuestas para acercarse más a la realidad, pero a conciencia de que ellas solo permiten aproximaciones sin poder generalizar.
La historia en cuanto a registro y narrativa del pasado es buena fuente para entender el presente, pero no para pronosticar. Claro, un pronostico comienza por una imagen del presente y hasta allí la historia ayuda. En base a la historia podemos afirmar que no hay fórmulas para la caída de dictaduras. En el mundo han caído por invasión militar externa, por implosión y conflictos internos, por simple derrumbe propio, por acuerdos políticos, por rebeliones militares, por muerte del dictador, por acción guerrillera rebelde, por estallidos sociales y seguramente habrá casos peculiares que yo no conozco. Tampoco hay fórmulas para sostener una dictadura en el poder. Algunas se sostienen por fuerza militar, otras por apoyo de otros países, unas más por apoyo popular de mayoría o minoría y hay ciertos casos en que se sostienen a punta de dinero y prebendas. Unas han sido cortas, otras muy largas. Unas responden a ideologías históricas y otras simplemente siguen programas políticos ad hoc e incluso surrealistas. Todas ejercen la violencia, pero muchas dependen de pactos políticos con fuerzas que las sostienen. Entonces, en este tema generalizar también es precario. El politólogo Bruce Bueno de Mezquita argumenta que las dictaduras se mantienen mientras puedan pagarles a los grupos que las sostienen.
Se comprenderá que con estas ideas en la mente se me hace muy difícil aceptar las conclusiones de quienes declaran que el pueblo venezolano está rendido y que no habrá estallido social. Comenzando por qué un estallido social es solo una de las múltiples vertientes por las que puede derivar el proceso histórico que está ocurriendo en Venezuela. Piénsese no solo en las opciones mencionadas en el párrafo anterior sino también en eventos que ya han ocurrido y que, sin ser estallidos sociales, tuvieron potencial de desencadenar una crisis final, aunque abortaron.  Me refiero a eventos tales como el golpe del 2002, los drones explosivos, la mal manejada victoria electoral del 2015, etc. Además, las razones esgrimidas para eliminar el estallido social de entre los cursos probables son atrevidas, infundadas e inválidas. Todos los trayectos políticos y sociales concebibles son posibles en Venezuela, aunque a algunos se les pueda ver más probabilidades que a otros. Por ejemplo, un colapso financiero del régimen tiene más probabilidad que un golpe militar, pero se trata de probabilidad y no de certeza.
Confieso que me irritan los argumentos de que el estallido social no ocurrirá porque “el venezolano” está ocupado en sobrevivir él con su familia y no le interesa lo que le pase a los demás porque es cobarde, cómodo y acostumbrado a recibir dádivas. Me parece que acusar de una ausencia de solidaridad social “al venezolano” es ridículo e injusto ante tantas muestras de solidaridad que hemos visto, por ejemplo, las que han dado médicos y enfermeras en primerísimo lugar, los estudiantes y los jóvenes en general, los impresionantes grupos de migrantes caminando juntos hacia el sur de América, las búsquedas colectivas de medicinas escasas y por supuesto la asistencia incansable a protestas y manifestaciones masivas. En fin, solidaridad no falta. Vimos el año pasado a cientos de miles, por no decir millones, de venezolanos enfrentar impertérritos la brutal represión en las calles de las ciudades venezolanas, por cuatro meses seguidos, con decenas de asesinados y con impacto interno e internacional determinante. Aunque el movimiento se apagó ¿podemos decir que esa gente solo se preocupa de recibir sus cajas CLAP, que no quiere luchar, que no tiene coraje, que no es solidaria socialmente? ¿podemos decir que los migrantes que con unos morrales en las espaldas salen a buscar mejor vida a pie, con poco dinero, ¡sin tarjetas de crédito!, son unos derrotados sin coraje para luchar? Es decir, tienen coraje para migrar en esas precarias condiciones, pero son unos cobardes porque migran. Contradictorio, por lo menos ¿no?
En el otro extremo he recibido el argumento de que los migrantes son los valientes que teníamos y que están quedando solo los cobardes. ¡¡¡¡Válgame dios!!!!
Ciertamente, la negación del estallido social como uno de los desenlaces posibles del período chavista está estrechamente vinculada a la creencia de que “el venezolano” se “adapta a todo”. Por supuesto, si los humanos no tuviesen esa capacidad de adaptarnos significaría que los primates ancestrales que dieron origen a nuestra especie hacen millones de años tampoco la tenían. Pero no fue así. La capacidad de adaptarse sostuvo la evolución de la especie. Siempre ha estado disponible para salvar muchas vidas humanas. La adaptación a condiciones extremas ha sido admirada en multitud de casos. La adaptación gradual a los cambios civilizatorios casi no se siente. Quienes nacimos en la primera mitad del siglo XX somos testigos de las adaptaciones que hemos tenido que ejercer para entender, aceptar, usar y finalmente disfrutar los cambios especialmente los tecnológicos y los morales. Entonces, ¿Quién puede reclamar que “los venezolanos” se adapten a la situación que viven?  ¿no tuvieron que adaptarse los prisioneros de Auschwitz y Treblinka para sobrevivir?  ¿no tienen que adaptarse nuestros presos políticos a sus condiciones en el Helicoide? ¿Qué hay entonces de malo en adaptarse? Que tontería tan injusta es ese reclamo a quienes se adaptan como pueden porque si se adaptan no luchan. La falta de solidaridad me parece que esta en los acusadores.