12/29/2015

“LAS BASES ETICAS DEL PROGRAMA DE GOBIERNO”

En junio de 2004 escribi una carta a un amigo que estaba vinculado a la Coordinadora Democratica presentandole mis  augumentos a favor de darle un lugar destacado a los valores eticos en el programa de gobierno que se estuvo estudiando en ese entonces.  Con motivo de lo acontecido el 6D he creido oportuno ofrecer ese texto a un publico mas amplio porque creo que son ideas que tomaron nuevamente vigencia.  


Amigo,
He visto en la prensa que en el Comité Político de la Coordinadora Democrática estás encargado del trabajo de definir el “Consenso País”. También leí tu artículo del El Universal de la semana pasada y de allí también entiendo que estás ocupado de alcanzar la formulación de un programa de gobierno para el período inmediatamente siguiente al actual. Permíteme entonces desde mi humilde posición de ciudadano común y de la muy honrosa de ser tu amigo comunicarte algunas ideas o más bien aspiraciones que se me han ido haciendo cada vez más fuertes viviendo en este oprobioso tiempo del chavismo.
Desde hace mucho tiempo hemos escuchado el reclamo de amigos y enemigos que le piden a la Coordinadora Democrática que defina su oferta política y que le diga al pueblo cuál es su programa de gobierno para que se pueda apreciar que es mejor que el de Chávez. En el reclamo subyacen temores de que el programa de la Coordinadora no tenga elementos “de acción social” suficientemente competitivos con respecto a los que está ejecutando el gobierno a través de las “misiones” y que termine siendo un conjunto de lugares comunes de políticas públicas de corte demagógico y populista con poca credibilidad y “punch” político. Claro, esos temores están generados por el convencimiento de que el desastre chavista resultó de procesos políticos que no atendieron el agravamiento de la pobreza y la marginación de grandes masas y que cualquiera que sea el gobierno deberá asignar recursos masivos para programas sociales. Es decir, tienen claro de que de esas mayorías empobrecidas hay que ocuparse urgentemente.
Esto justifica tu posición de que, en lo del programa,  primero que todo debe estar “la reactivación de la economía y un fuerte acento social” seguidos de “la gobernabilidad” y la escogencia del líder. Con esos componentes yo estoy de acuerdo. No obstante, siento que en eso hay una ausencia imperdonable que estridentemente reclama por ser incluida. Son las bases éticas de la acción de gobierno las que faltan. En mi opinión, lo primero que hay que ofrecer al pueblo venezolano es un gobierno capaz, honesto, equitativo, justo, compasivo, responsable, cumplidor, austero y en general decente. Hay que comprometerse con el pueblo de que para administrar y ejercer las funciones públicas, se escogerán a los mejores y no a los incondicionales. Hay que prometer, aunque no debería ser necesario, que se perseguirá y castigará el crimen, que se dirá la verdad, que no se ocultará información, que no se usarán los recursos públicos para fines privados y que la gestión será ciertamente transparente. En pocas palabras, hay que prometer lo obvio: que el gobierno cumplirá la Constitución y las Leyes. Prometerlo nos destaca de Chávez no por lo que él ha dicho sino por lo que ha hecho.
No solo es esto lo que Venezuela necesita desesperadamente sino que además es lo que verdaderamente diferenciaría la oferta democrática de la de Chávez. Por la vía de la definición novedosa de programas sociales no se logra diferenciación. En última instancia,  ellos son aspectos administrativos y de asignación de recursos de la acción de gobierno cuya pertinencia y eficacia relativa dependen poco de lo novedoso de su formulación y que, si están respaldados por voluntad política, tienen probabilidades de éxito que se fundan en la calidad profesional y sobre todo ética de los administradores de turno.
No estoy diciendo que no hay que formular y explicar un programa económico y social como oferta política. Lo que estoy destacándote es que se deben incluir las  bases éticas para diferenciar políticamente esta última.
Aparentemente, cuando tu mencionas los compromisos para dar al nuevo gobierno la “capacidad efectiva de tomar decisiones” o sea “la gobernabilidad”, te estás refiriendo a la reconstrucción institucional que habrá que hacer después del cataclismo chavista que ha afectado todos los ámbitos de la vida nacional. Esa tarea no va a ser nada fácil porque, a pesar de que no creo en chavismo sin Chávez, los delincuentes que han secuestrado nuestras instituciones en nombre de la robolución se enquistaran en sus cargos y crearan muchos obstáculos a la rehabilitación nacional antes de poder ser removidos. Recuerda que deberán ser removidos respetando la Constitución y las Leyes. Nuestra honestidad e integridad no puede depender de que los chavistas no fueran honestos ni íntegros. Nuestro apego a la democracia es de mucho más profundidad y alcance que el traspié histórico de la bacanal de inmoralidad chavista. Por otra parte, no tenemos posibilidad de revocatorios para magistrados del TSJ ni para fiscales, contralores y similares y los que teníamos para diputados los desperdiciamos lamentablemente.
Precisamente por estas realidades es muy importante el énfasis que el nuevo liderazgo que conduzca la reconstrucción tenga bases morales y éticas inconmovibles que se hagan explícitas y se le garanticen al pueblo. La lucha contra las crápulas intelectuales que Chávez dejará atrás en las instituciones del Estado tendrá mucho más éxito si quienes la conduzcan se sustentan en principios morales y éticos de valor universal y no negociables.
Me preocupa sonar a cura moralista y fundamentalista porque no lo soy. Me apresuro entonces a pedirte que te des cuenta que estas posiciones mías responden, por supuesto, a mis propias posiciones éticas pero en este caso se derivan de observaciones y reflexiones realistas sobre lo que ha sido la causa principal del fracaso político del chavismo: su falta de ética, su dependencia del engaño, del abuso de poder, del robo y de la trampa para lograr sus objetivos. Es por eso por lo que perdió tanto pueblo y es contra eso que debemos diferenciarnos.
Había pensado escribir un artículo sobre esto y pedirle a Elides Rojas que me lo publicara. Sin embargo, como participo de lo que tu denominas “la voluntad inquebrantable de la unidad”, he temido que opinar abiertamente sobre este tema pudiera alimentar divisiones en la oposición que hacen daño a nuestra causa. Nada más lejos de mis intenciones. Así que preferí esta vía más privada de escribirte a ti con copia a algunos amigos míos.
Un gran abrazo

Carlos M. Añez

29 de junio 2004

1/10/2015

BAKER, GEOFFREY; “EL SISTEMA: Orchestrating Venezuela´s Youth”, Oxford University Press, Oxford, UK, 2014  

Un comentario por  Carlos M. Añez



(Apenas a unas horas de haber terminado de escribir este comentario, el Dr. Baker me envió su respuesta ( https://geoffbakermusic.wordpress.com/el-sistema-older-posts/response-to-carlos-m-anez/.) a las observaciones que yo había hecho en mi blog en diciembre. Procedo de todos modos a publicar este texto porque no quiero usar la oportunidad para emendar a posteriori alguno de mis errores que él señala)

El musicólogo inglés Geoffrey Baker, como se esperaba, publicó  a principios de diciembre su libro sobre el sistema de orquestas juveniles en Venezuela.  Como muchos saben, unas semanas antes Baker había publicado en el diario The Guardian, de Manchester un artículo en el cual presentó una selección suya de los argumentos que había desarrollado en el libro. Su escogencia de los puntos más controversiales estuvo dirigida a llamar la atención probablemente para incentivar las ventas del libro. Quienes nos veníamos ocupando de ese tema reaccionamos de inmediato, por supuesto sin haber leído el libro. Los críticos del sistema se apresuraron a apoyar a Baker en sus anunciadas críticas y el resto protestamos porque sin tener evidencias Baker hubiese hecho denuncias escandalosas. Claro, el problema fue el artículo de Baker que además fue seguido por otros de periodistas ingleses entusiasmados por la aparición de un jugoso caso de iconoclastia.
Había que esperar el libro. Yo lo esperé y lo leí. Como resultado escribí mis observaciones y las publique en mi blog ( www.cmaopinion.com ). Escribí en inglés para asegurarme que Baker, quien de todos modos y aparentemente habla español, me entendiese cabalmente. Sin embargo, hay gente que me ha pedido que lo traduzca y eso da flojera. Decidí más bien escribir otros comentarios en español y esos son los que ofrezco a continuación tratando de hacer en tres páginas una revisión de un libro de 362 páginas.
Baker dice que decidió estudiar El Sistema después de oír a la Sinfónica Juvenil en su presentación de Londres en agosto 2007. Sin embargo, como era de esperarse, Baker se encontró con el gran obstáculo de la falta de datos e información factual oficial sobre El Sistema y no le quedó otro recurso que apelar a la “etnografía”, método usado por antropólogos para estudiar y describir culturas, especialmente primitivas, en ausencia total de documentos y registros históricos. Ese método está basado fundamentalmente en el acopio de información en el campo con interacciones personales del investigador con los miembros de la comunidad estudiada. En este sentido y por lo poco que yo sé de cómo funciona ese método, en mi opinión Baker hizo un excelente trabajo excepto que aparentemente no entrevistó a partidarios de El Sistema por lo que las opiniones y visiones de estos no fueron tomadas en cuenta. Eso, en mi opinión, debilita el sustento de los argumentos de Baker tal como se lo han hecho saber algunos otros comentaristas en la prensa británica y norteamericana.
El foco principal del trabajo de Baker está en desmontar y desvirtuar la idea de que El Sistema es un programa de acción social entendido como esfuerzos para “rescatar” jóvenes del peligroso y deprimente mundo de la pobreza y la marginalidad a través de captarlos para hacer música en orquestas, grupos de cámara y otros colectivos. Una proporción exagerada del libro es dedicada a este tema. Baker argumenta que no solo la educación musical clásica no tiene efecto sobre la condición socioeconómica de la mayoría de los alumnos sino que más bien les consolida el sometimiento a la autoridad, les reprime la creatividad y les refuerza la imagen de la música como espectáculo con todos sus indeseables elementos comerciales y de explotación capitalista. Como se ve, estas son posiciones radicales con basamento de tipo ideológico.
Aunque obviamente los conoce, Baker desestima los orígenes de naturaleza más bien artística y cultural del proyecto de Jose Antonio Abreu y se centra en la fase de su historia en la que este inventa el truco de asignarle nominalmente objetivos de acción social a El Sistema para ganarse el apoyo del régimen chavista. Probablemente, Baker da tanta importancia a  ese aspecto porque es el que ha sido más destacado en el exterior para asignarle excesivo prestigio y demasiados premios pero al hacerlo se ubica paradójicamente en el gran sector de los que han sido desorientados por el populista mensaje de Abreu promoviendo los beneficios sociales del Sistema.
El otro foco del interés de Baker es la propia figura de Abreu. No solo la proporción del texto dedicado a describirlo está también algo desbordada sino que además aparece por todos los vericuetos de los argumentos. Hay un comentarista norteamericano que la califica de “overkill”. No incluye nada que no hubiésemos conocido en Venezuela dada la condición pública del personaje y dado que Baker se alimenta de las mismas fuentes de información nuestras. Abreu queda en el libro de Baker como un político venezolano ambicioso, autoritario, egocéntrico, manipulativo, arrogante, inescrupuloso, vengativo, aficionado al secreto e intolerante de la crítica. Su religiosidad católica, su conservadurismo y su elitismo según Baker explican su comportamiento  y este a su vez es coherente con la manera como se ha desarrollado El Sistema y como funciona en la realidad.
Al pobre Dudamel le da duro. Sus virtudes musicales no son ni siquiera mencionadas por Baker. Es presentado como un talentoso miembro de El Sistema arbitrariamente seleccionado por Abreu que decidió someterse exitosamente a su autoritarismo y que por obra y gracia de una eficiente maquinaria de relaciones públicas y mercadeo logró entrar en el exclusivo mundo del jet set de música clásica mundial y ese, para Baker, fue su error pues eso lo convirtió en un conspicuo explotador del negocio de la música como espectáculo que no se avergüenza de recibir ni los 1,4 millones de dólares de la Sinfónica de Los Ángeles ni los jugosos honorarios por presentaciones en festivales de prestigio. Sin embargo, lo que más rechaza Baker es que Dudamel se haya asociado a la industria global de la música representada en este caso por nada menos que la Deutsche Grammophon que explota sin escrúpulos el negocio de la música grabada, ese al que tantos como yo necesitamos para acceder a la buena música mundial.
En cuanto al funcionamiento de El Sistema Baker describe lo que se me ocurre llamar “otro de los infiernos venezolanos”, no tanto por lo infernal sino por aquello de que cuando llegaba el tobo, el guardia no aparecía y cuando llegaban estos dos entonces la porquería se había acabado. El no dispone de cifras por lo que nada puede probar ni concluir pero haciendo uso de su etnografía, es decir de los rumores, quejas, chismes y confidencias que obtuvo de sus entrevistados, se atreve a proponérselos al lector como la imagen más cercana a la verdad que es posible obtener. Claro, siendo uno venezolano sabe que las cosas deben ser más o menos tan caóticas como él dice pero para los lectores extranjeros eso debe ser una desagradable sorpresa que simplemente los hará quizá ser más prudentes a la hora de opinar sobre El Sistema.
En cuanto trabajo de investigación, el libro de Baker tiene magnitud cercana a una disertación para un doctorado. En efecto, visitando su website ( https://geoffbakermusic.wordpress.com/ ) se da uno cuenta de que puede estar orgulloso de ese trabajo. La información empírica sobre El Sistema esta estudiada con referencia a una base teórica musicológica muy seria y académica aunque sea sesgada ideológicamente.  La nutrida bibliografía indica un trabajo de estudio e investigación extenso y con tendencia a la profundidad. En otras palabras, es un trabajo admirable, serio y respetable… aunque uno no esté totalmente de acuerdo con él. 
El análisis y las interpretaciones de Baker están marcados por su ideología.  El fulcro fundamental de su posición ideológica es su antagonismo a la autoridad. Sus anatemas son la dominación, el sometimiento, la esclavitud y demás variedades de autoritarismo. De allí parte para trazar una ruta filosófica particular para el objeto de su estudio: la música. Sin amortiguación, sostiene que la música clásica[1] fue creada en ámbitos autoritarios, fue usada para la dominación por los poderosos y para la colonización por los misioneros religiosos y todavía en nuestro tiempo forma parte de las aspiraciones de dominación de la cultura europea en el mundo. De esos orígenes surge la naturaleza de la educación musical clásica basada en largas sesiones de ejercicios repetitivos dirigidos por maestros tiránicos que intentan desarrollar un virtuosismo anti natural  y apagar la creatividad en los alumnos. Para completar, entre los esquemas para hacer música colectivamente, hay uno que particularmente exacerba el autoritarismo inherente en la música clásica: la orquesta sinfónica. Eso se debe a la necesidad de la orquesta de ser dirigida por un director todopoderoso que aplasta toda tendencia a disentir entre sus músicos.
Tal posición es a todas luces radical, aunque cierta amiga mía no crea que Baker lo sea. Es fácil imaginarse el camino argumental que resulta al aplicar esa visión para evaluar El Sistema en su periodo chavista. Casi que termina siendo redundante el esfuerzo de Baker por sustentar sus argumentos con las “evidencias” empíricas  recogidas en Venezuela. El esquema lógico se ensambla automáticamente, así: La orquesta sinfónica es el paradigma del autoritarismo en el ámbito de la música. El Sistema es creado y desarrollado en base a la orquesta sinfónica. Los jóvenes que capta son formados con los métodos autoritarios de la música clásica basados en la figura del maestro dictador y disciplinario. Se genera así una situación de explotación de los músicos inaceptable que, en primer lugar, ha sido comprobada por estudios académicos sobre la penuria laboral de los integrantes de grandes orquestas y que además,  refleja y refuerza la naturaleza injusta y expoliadora del capitalismo la cual se concreta a plena luz en la desigualdad de prestigio y remuneración de los directores y solistas del jet set musical con el resto de los músicos y en los intereses del negocio de la música en el mundo.  Finalmente, ese esquema es coherente con el recorrido histórico del proyecto de José Antonio Abreu con El Sistema en Venezuela especialmente en su periodo chavista. …Voilá! 
Tal argumentación explica por qué El Sistema fue apoyado inicialmente por los sectores elitistas en Venezuela - que por elitistas conviven bien con el autoritarismo- y posteriormente, dejó de serlo cuando Abreu intentó redefinirlo con ropaje izquierdoso de acción social haciéndolo chavista. Por esto es que quienes admiramos y apreciamos El Sistema por su valor cultural y musical, quedamos en total aislamiento y confusión.
No se puede terminar de comentar el libro de Baker sin destacar la valiosa sistematización de sus problemas que él hace. Sus señalamientos sobre el centralismo de su gestión, sobre sus métodos de captación, sobre su deficiente administración, sobre las desigualdades sociales internas que reproduce, sobre su dilapidación de recursos escasos, sobre su falta de transparencia, entre otros,  deben ser tomados como referencias para algún eventual esfuerzo de renovación y reorientación pero nunca de liquidación. La revisión comparativa con otras experiencias similares y asociadas en otros países son excelente material para reflexión y acción futura.
Guaynabo, Puerto Rico, enero 2015



[1] Uso la calificación de “clásica” en el sentido de música no popular que incluye la del periodo que va desde la aparición de la polifonía hasta nuestros días.