Todos sabemos que Nicolas Maduro y
sus secuaces civiles no son quienes detentan el poder en Venezuela. Ellos son
los que dan la cara, los testaferros políticos y los intermediarios con el
pueblo chavista. El poder lo tienen y lo ejercen los militares. Si los
militares simplemente declaran que no apoyan más a Maduro, el gobierno
cae.
Entonces ¿para qué distraernos y
desviarnos en nuestra lucha dedicando esfuerzos y recursos a combatir a
segundones como Jorge Rodriguez, Tarek Saab, la Delsy, el insípido Arreaza y
los matones del régimen? ¿para que ir a
negociaciones con esos cachos quemaos sin la participación de los militares? ¿para que seguir denunciando al combo de Maduro
si ya están más que suficientemente desprestigiados ante el mundo y en cambio,
los militares siguen con sus cachuchotas altaneras y sus medallas multicolores
echándosela de taquititaqui, como si nada estuviese pasando.
Pues quiero que se sepa que yo
asigno a “los militares” venezolanos la máxima responsabilidad por la tragedia
que ha ocurrido en nuestro país. Ellos condujeron los procesos más destructivos
que se aplicaron a nuestra economía directamente o protegiendo a los
perpetradores. Estando activos o en retiro, han sido encargados de administrar
recursos vitales para la supervivencia de los venezolanos. Me refiero a las
empresas de Guayana, a PDVSA, al IVSS, a las Gobernaciones y a gran cantidad de
empresas expropiadas por el gobierno chavista. Actualmente manejan directamente
petróleo, minería y alimentos, nada menos. Permitieron la injerencia cubana en
nuestro país y se entregaron a su supervisión sirviendo de predicadores ideológicos
para lavarle cerebros a la tropa y actuando como sapos espías contra sus
propios compañeros. Usaron la prerrogativa de justicia propia militar para abusar
y reprimir a quienes se les opusieron sin ninguna vergüenza por violar las Leyes.
Pero lo que es peor, ha sido la
dedicación que han mostrado para montar negocios ilícitos y criminales con el
narcotráfico, el contrabando, el lavado de capitales, la compraventa corrupta
de divisas, las coimas para otorgar contratos, la importación de alimentos
dañados, la trata de esclavas y demás actividades abominables que han arruinado
a nuestra sociedad y carcomido su tejido moral.
Toda esa orgía delictuosa de maldad
y atropello a nuestro país se ha ejecutado con la mayor sangre fría, con
alevosía y perfidia sin el menor sentido de compasión por quienes han sido afectados.
No hubo religión ni ideología que sustentara o lejanamente justificara su
comportamiento. Han sido simplemente su inclinación al mal, su codicia y sus
almas de porquería. No me vengan con argumentos de que los pobrecitos no podían
hacer nada porque los cubanos los tenían espiados y amenazados. No era
necesario que ejecutaran golpes de estado. Lo que se requería era que fuesen
honestos y repudiasen los crímenes que se cometían a su alrededor. Claro, para
eso hay que tener una moral sólida y tener guáramos, pero eso es lo mínimo que
se le puede pedir a un militar. Es por eso
por lo que tampoco acepto el argumento de que hay algunos militares activos y honestos
lo cual me debería impedir generalizar. Quizá eso es cierto, pero si se es
honesto, ante tanta asquerosidad no queda sino renunciar o denunciar. Reconozco
que se dice que hay una minoría de valientes que están presos, degradados o
expulsados. Será solo por eso que acepto que hay que agradecer y admirar a los
pocos que se atrevieron a enfrentar al régimen, pero, en todo caso, son una
minoría.
Me podrán preguntar por qué en mi
crítica separo a los militares de los civiles chavistas si estos son tan
culpables como aquellos. Hay varias razones para eso. La mas importante es que
los militares detentan las armas por asignación constitucional y por eso se apropian
del poder. No me olvido de que el origen del régimen es militar. Chávez y sus
cómplices fueron los golpistas de 1992 que desencadenaron nuestra tragedia y
todos eran militares. Después creo que hay que considerar que entre los
chavistas han estado los comunistas con su ideología “revolucionaria” creyendo sinceramente
que estaban construyendo una sociedad y se equivocaron. Son principalmente los
que ahora, aunque siguen siendo comunistas, no apoyan a Maduro. En cambio, los
militares, como mencioné arriba, ni tienen ideología ni han dejado de apoyarlo.
Nadie me puede convencer de que los generales del Cartel de los Soles son
comunistas fanáticos que habiéndose leído a Marx todavía quieren construir un socialismo
en Venezuela como paso previo a un comunismo utópico. Lo que son es narcos criminales y punto.
Adicionalmente, han terminado por demostrar
involuntariamente, que son la clave para una solución. Digo involuntariamente
porque hasta hace poco trataban de hacerse los musiús y pasar agachados
lavándose las manos. Ahora, después de despreciar la ley de amnistía, de no
atender los llamados de Guaidó y aun de las sanciones norteamericanas que los
mencionan con nombres y apellidos, no pueden seguir escondidos políticamente
bajo las faldas de Maduro echándosela de “institucionales” y dejando que el
combo chavista se pudra. Con ese cuento que se vayan a freír monos. Su
responsabilidad está diáfana y clara. Tienen que dar la cara sin tapujos.
¿Qué hacemos entonces? Es una realidad que impone sus consecuencias.
¿Qué nos corresponde a nosotros de la oposición hacer aquí y ahora en el
proceso político? En mi opinión, lo que
hay que hacer es confrontar los militares directamente, con nombres y
apellidos, obligándolos a ponerse al frente del régimen y a representarlo
plenamente ante el mundo. No hay que esperar que actúen espontáneamente. La
esperanza de que actuasen espontáneamente ha hecho que se les vea como una
tercera fuerza, tan externa como la OEA o como Trump, que pudiera “hacernos el
favor” de tumbar a Maduro. Así, siendo ellos los dictadores reales, han tenido
éxito en camuflarse políticamente y desviar principalmente hacia el combo
Maduro los ataques que se hacen al régimen. Se oye el grito de “Maduro, CDTM” y
no se oye ninguno de “Epa Generalote, CDTM”. Los que parecen que no se han
engañado son los gringos pues les han aplicado sanciones a numerosos militares.
Viéndolos como otra tercera fuerza, la estrategia de la oposición ha sido pedirles
que nos ayuden, sin desnudar su culpa. Una estrategia orientada a no ofenderlos
porque nos pueden ser útiles. ¡Pamplinas! La hipócrita respuesta ha sido “nosotros somos
institucionalistas y no damos golpes de estado” mientras continúan despiadadamente
su festín de rapiñas.
La campaña política que propongo
debe estar dirigida a los casi tres mil generales y almirantes que tiene la FA
y los no-se-cuantos miles de mayores, coroneles y oficiales que componen el
grupo de 21.000 personas (sic) que recibieron ascensos esta semana, incluyendo
por supuesto, a los pocos oficiales honestos que dicen que hay. A las familias de toda esa gente hay que
señalarles su responsabilidad de convencer a sus respectivos militares de que
hay que detener la tragedia que nos está destruyendo. Hay que destacarles la
violación moral que la inacción significa. Hay que suponer que esas familias
también están sufriendo los efectos de la descomposición de la sociedad venezolana,
pero hay que recordarles que algo pueden hacer.
La campaña debe dirigirse a los
miembros del llamado “alto mando” directamente con nombres y
apellidos. Pidiéndole cuentas de su actuación, pidiendo explicaciones de hechos
irregulares que les atañen, exigiendo respeto de las Leyes, destacando los
valores morales que deben ejercer, especificándoles sus responsabilidades y
sometiéndolos a la máxima presión social de que somos capaces antes de ser
derrotados definitivamente. Sin embargo, el objetivo fundamental de este
esfuerzo es convencerlos de que tienen que ser ellos quienes negocien DIRECTAMENTE
con nuestro líder la extinción de nuestro infierno.
Creo que para terminar mis
comentarios es oportuno transcribir aquí el Artículo 25 de la Constitución,
aunque sea por joder:
Todo
acto dictado en ejercicio del Poder Público que viole o menoscabe los derechos
garantizados por esta Constitución y la ley es nulo; y los funcionarios
públicos y funcionarias públicas que lo ordenen o ejecuten incurren en
responsabilidad penal, civil y administrativa, según los casos, sin que les
sirvan de excusa órdenes superiores.
Carlos M. Añez
Parma, Solsticio de Verano 2019